domingo, 10 de febrero de 2013

Emiliano, el hombre sin fuego ni hogar


Hoy he decidido por fin publicar un artículo que escribí hace siete años que, por desgracia, está de actualidad. Os lo iré desgranando en varias entradas, es un poco extenso.

Toda la información que aparece aquí surge de una entrevista personal realizada a Emiliano. No tengo certeza de dónde se encuentra en estos momentos, si sigue viviendo en el albergue como hace siete años, si está en una residencia, si vive en algún cálido hogar o simplemente si ha fallecido. Lamento no poder ilustrarlo con alguna fotografía de este entrañable señor, pero no quiso en ningún momento ser fotografiado.

Con semblante tranquilo y alegre, aspecto cuidado y aseado, y una extraordinaria cultura, educación y memoria, Emiliano ha abierto su corazón para contarnos algo tan íntimo, tan personal, como su vida. Hijo único, de familia acomodada, con su padre ingeniero de caminos, este señor, Emiliano, ingeniero técnico delineante, dio con sus huesos literalmente en la calle. Ha sufrido una concatenación de hechos traumáticos que, unidos a la falta de una fuerte malla de relaciones afectivas, le han llevado a vivir experiencias, que como él mismo afirma “No voy a decirle que soy un santo y que todo el mundo me molesta, pero me han hecho cada trastada, que ya quisiera ver a otros en mi pellejo a ver qué es lo que habrían hecho”.

Él vivía tranquilo, en una amplia casa de la calle Reina Victoria (Madrid), como cualquier joven al que la vida le sonríe; trabajaba en el Instituto Cartográfico Nacional. Tenía una vida idílica, y en un periodo de poco más de un año y medio fallecieron sus padres. Cuando estaba recuperándose del revés, falleció la que iba a ser su mujer. Y cuando parecía que no le podía pasar nada más, le desahuciaron por engaños y deudas heredadas, en el año 1979.

Le llegaron a ofrecer, entre varias personas bien conocidas por él, del trabajo y vecinas, el convertir su casa en un centro de mapas, cuando la realidad era que querían montar una casa de citas. Él se negó y continuaron las desgracias.

Empezó a dormir en pensiones gracias al dinero que tenía ahorrado, pero cuando se saca dinero y no se repone, se acaba.

Comenzó su andadura por las calles. Dormía por Cuatro Caminos, Ríos Rosas…, nunca enfrente del Instituto Cartográfico, e iba a trabajar normalmente, hasta que se enteraron de que no tenía un hogar e iba de calle en calle. “El director del Instituto –afirmaba Emiliano- el señor Don Rodolfo Núñez de las Cuevas, íntimo amigo del señor Moscoso, me encerró en su despacho para que firmara mi renuncia al trabajo, y si no, me despedía por desobediencia en su propio despacho”. Emiliano no firmó y acabó en la calle en 1982, sin casa, sin familia, sin trabajo, sin dinero. ¿Quién es capaz de no hundirse ante semejantes problemas?

Trabajó durante dos años para una empresa de ascensores, intentando salir delante de aquella terrible situación, pero los escalones cada vez eran más altos y no tuvo fuerzas. Ha estado 25 años viviendo en la calle, en Reina Victoria, frente a la que fue su casa, con sus carritos y sus perros. Recuerda con una entrañable sonrisa a sus 23 perros. Gracias a ellos llegaba a ganar 7.000 pesetas al día, sin tener que preocuparse de nada. La policía se escandalizaba ante la situación, pero como él afirmaba entonces “Yo no robo nada, ni maltrato ni drogo a los animales”.

Le intentaron asesinar dos veces y otra envenenarle. “Soy una persona de 70 años y no es que haya visto películas de miedo, pero el 26 de marzo de 1998, estaba en la plaza de San Cayetano, con mis entonces siete perros. Alguien nos dejó comida, para mí una sopa castellana y unos huevos rellenos con mayonesa y tomate, todo muy bueno. Al rato tuve unos vómitos horribles y me quedé dormido con mis perros, pero a las tres de la madrugada me veo despertado por la policía municipal, la policía nacional y el servicio municipal de recogida de animales muertos. Se acercó un médico de la Paz que venía de trabajar, y llamó a un amigo veterinario para ver si podían hacerle la autopsia a mis perros. Mis perros, la única compañía que tenía, si hubieran vomitado… Se las hicieron en la facultad de veterinaria, allí me confirmaron que habían sido envenenados, y que quien lo había hecho sabía lo que hacía”. 

Continuará...

1 comentario:

  1. Es triste y penosa la vida de Emiliano, contada por ti es genial. Sigue escribiendo te lo dije éste verano y te lo vuelvo a decir,

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