En el año 1997 tuve la gran suerte de visitar por primera vez Berlín. Una ciudad que me impactó por las diferencias entre las construcciones del antiguo este, y las del oeste, que ocho años después de la caída del muro, mantenían incluso en el tipo de alumbrado público.
Siempre que he hablado con amigos acerca de Berlín, les he animado a visitar esta impactante ciudad; uno no se va indiferente de allí. La mezcla de arquitecturas, espacios abiertos, anchas o estrechas avenidas, jardines, museos, hacen que se te quede en el cuerpo el gusanillo de volver, de repetir esa experiencia.
Hoy hablo de Berlín, porque uno de los lugares que más me gustó y que tengo todavía guardado en la retina, el Centro Cultural Tacheles, cerca de la Nueva Sinagoga, en el barrio del centro de la ciudad (Mitte), está condenado a desaparecer.
Este edificio se construyó como centro comercial en la primera década de 1900, en un terreno de 24.000 metros cuadrados. Durante los bombardeos de la II Guerra Mundial, las bombas alcanzaron el edificio, que sufrió graves daños aunque no quedó totalmente destruido. A lo largo de los años, continuaron dándole uso a una parte del edificio, pero la escasez de dinero para su restauración e intereses contrarios, por parte de la administración berlinesa, han hecho que parte de lo que se salvó se fuera cayendo poco a poco.
Estaba prevista su demolición en 1990, pero dos meses antes, el edificio fue ocupado por jóvenes artistas de diversas partes del mundo, que probaron un estilo de vida y creación alternativos, convirtiéndose el Tacheles en uno de los centros de arte contemporáneo alternativo más nombrado y recomendado turísticamente.
Este edificio y las actividades que se llevaban a cabo en él, tuvieron sus reconocimientos por parte de la administración pública de Berlín; el edificio fue declarado monumento histórico por su característica estructura de metal, mientras que los proyectos que allí se han ido realizando, han recibido subsidios para ayudar en su financiación.
Treinta estudios en los que se celebraban actuaciones, conciertos, exposiciones de cuadros, esculturas, obras de teatro, cine, talleres, recitales, y fiestas. Allí, aunque estaba abierto durante todo el día, y la noche, podías tomar una cerveza mientras subías y bajabas a las diferentes plantas, y escuchar cómo interpretaban al poeta y dramaturgo alemán Bertolt Brecht, o cómo tocaban la batería.
Queden en el recuerdo estas imágenes que si nadie lo remedia, a pesar de la iniciativa popular de apoyo, quedarán para siempre ahí, en el recuerdo. Si el HSH Nordbank, acreedor del propietario de los terrenos, lleva a cabo la subasta que tiene prevista el próximo cuatro de abril, los berlineses perderán la referencia que todos los artistas, que todos los amantes del arte y la cultura, teníamos en la céntrica Oranienburger Straβe.
El dinero puede con la cultura, la tradicion y la historia.Que lastima de de Dinero.
ResponderEliminarParece que las únicas expresiones culturales permitidas son las que cuentan con el aval del poder político. Una iniciativa del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no tiene sitio en un mundo en el que sólo mandan "los mercados".
ResponderEliminarA mí me hablaron mucho de ese sitio, pero no lo conozco
ResponderEliminarTACHELES - BARRIO JUDÍO - BERLÍN
ResponderEliminarMe da mucha tristeza que cierren este mágico lugar; yo francamente quedé extasiado con el sitio cuando lo visité en 2010 y siempre me dije que quería regresar a Berlín, sólo por pegarme una borrachera en este sitio, que para mi tiene (tenía) una atmósfera única, un espíritu especial. Pensé que sólo era un sitio interesante, que a uno que otro visitante le gustaba, pero ahora al ver diferentes blogs y guías turísticas de Berlín me doy cuenta que ya ha llegado a tener fama mundial... pero que lástima, el lugar ya está cerrado y en pocos meses ya no quedará ni rastro de él... ya me dio nostalgia.....