Hoy estoy triste, muy triste. Siento un desgarro y un vacío dentro de mí, difíciles de explicar con palabras. Sansón, mi Sansón, te has marchado para siempre. Mi gatito, tú que me seguías a todas partes, a todos los rincones de la casa. Si me duchaba, tú te tumbabas en la toalla a realizar tu aseo matutino, minucioso, sin prisas, pulcro y elegante. Si comía, te ponías junto a mí a ver si cogías algo. Si cocinaba, me seguías a la cocina y te tumbabas a mirarme. Si salía a la terraza, venías a mi lado para que te acariciara. Si me sentaba en el sofá, me acostaba o iba al baño, Sansón, mi buen Sansón, venías a hacerme compañía.
La terraza era tu pasión, echarte la siesta con el trinar de los pájaros, lamerte al sol, inundarte de sus rayos o simplemente observar. Entrabas y salías y me contabas lo que hacías, lo que escuchabas, lo que veías.
Mi madre siempre decía que si los gatos tuvieran santos, tú serías San Sansón. Bueno, buenísimo, un cielete de gato que has hecho que los años de mi vida en los que más cambios he sufrido fueran no sólo más llevaderos, sino inmensamente felices.
Recuerdo el día que empezamos la vida en común, fue un mes de noviembre de hace catorce años. Tú eras un gato callejero hijo de una gata admirable, Pitu. Grande, muy grande, ya con tan sólo cuatro meses pesabas más de seis kilos. Fue mi primer sufrimiento ‘maternal’, porque tuve que llevarte a casa en autobús, entonces llevaba unos meses viviendo en Cuenca, y me obligaron a meter el transportín en el que viajabas abajo, con las maletas. Dios mío que frío debiste pasar, aunque te envolví en un plumífero, fue el peor viaje que recuerdo.
Tú has sido testigo de mis últimos catorce años, testigo, amigo y consuelo, en lo bueno y en lo malo, incondicional, siempre estabas ahí. Amigo irreemplazable.
Y ahora te has marchado, te has ido para siempre. Ahora quedan los recuerdos, silencio y recuerdos en cada uno de los rincones de mi vida, de nuestro hogar, de las rutinas diarias. Ahora en este tiempo, con el trino de los pájaros y los primeros rayos de luz, despertabas al alba y tumbado panza arriba me invitabas a acariciarte el lomo, la panza, la cara, las patas, a peinarte mientras ronroneabas mirándome complacido. Luego me acompañabas a la terraza que te abría gustosamente porque disfrutabas con la brisa de la mañana, de la tarde y de la noche.
Llegado el momento del aseo matutino, en cuanto abría el grifo de la ducha y ponía la toalla de los pies, te acercabas decidido, te sentabas y comenzabas con los lametones de tu aseo, patas, tripa, cara, lomo, no dejabas un trocito de tu pelaje sin limpiar. Y así transcurría la mañana, con música de fondo, juegos, sueños y miradas que hacían que nuestras vidas dependieran mutuamente.
El silencio es terrible, extraño para mí a estas horas, en las que ya habrías venido, Sansón, para llevarme a la cocina para tu ración diaria de pechuga de pavo. Manjar gatuno que devorabas, mientras yo te envolvía en ella las pastillas que si encontrabas solas escupías.
Amabas la compañía, el cariño, las palabras. Conversaciones teníamos en las que tú me contabas y yo te agradecía; yo te preguntaba y tú me contestabas, y si en algún momento decidías que querías dormir un poco, me llamabas con tus suaves maullidos, te miraba, me mirabas y dormías tranquilo porque me habías avisado de dónde estabas descansando.
Recuerdos son los que quedan, miles y miles de recuerdos, de miradas, sentimientos, ronroneos, juegos, un amor de gato.
Con un pelo inusual, brillante, suave, armonioso, una estructura bien armada, fuerte, grande, ancha y unas medidas faciales conocidas, algún antepasado tuyo debía ser gato montés. Sansón eras noble, muy noble, bueno, muy bueno, cariñoso, muy cariñoso. No eras una gato arisco, ni huraño, ni exigente. No nos echabas de tu terreno, nos aceptabas. Sabías ganarte los corazones de todos aquellos que en uno u otro momento de tu vida se acercaron a tí. Tranquilo, juguetón, cariñoso, dulce, bondadoso.
Hoy lloro tu ausencia, el vacío que has dejado, mirando insistentemente hacia la alfombra que ocupabas junto a mí. Como si allí estuvieras esperando que me levantara y te dijera ‘Sansón a dormir’ y complacido aceptaras y subieras a la cama. Las noches se harán eternas sin poder acariciarte la barriga, el lomo, la cara y escuchar tus ronroneos que como una nana melodiosa apaciguaran mi descanso.
Hoy quiero agradecerte, cazador de saltamontes, que me mandaras tu presa. Ese regalo enviado que como muestra de tu caza, dejaste en mi coche para que gratamente se sobresaltaran mi alma, mi corazón, mi esperanza, sabiendo que en tu descanso eterno reinan la paz y la calma. Que continúas con tu instinto y ágil con tus patas.
Gracias Sansón por ese regalo.
Gracias por los maravillosos años que hemos compartido andanzas. Gracias por tu nobleza.
En mi corazón te he llevado, te llevo y te llevaré.
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Una rosa para mi buen amigo Vidal con el que comparti muy buenos mometos y sobre todo el amor de una persona a la que quiero mas que a mi vida.
Melkor
Los que amamos a los animales sabemos por lo que estás pasando, los maravillosos momentos a su lado es lo mejor que nos queda de nuestros queridos amigos, siempre dan y nada piden a cambio, su cariño, su amistad es lo más preciado, jamás nos dejan tirados lo único que nos piden es comida y mimos.
ResponderEliminarHa sido un placer poder compartir con Sansón algunos momentos, era tan especial, tan "gandullón", más que un gato era un lince doméstico, nos quedan sus fotos, su amor incondicional y a ti te queda su vida y todo el amora que te ha dado, seguirá siempre a tu lado y mjy cerca de ti.
Besicos y mi recuerdo para nuestro entrañable y amoroso Sansón
Que pena, casi se me saltan las lágrimas, se lo mucho que querías a Sansón y no es fácil decir adiós a un amigo, los que no tienen animales no lo suelen entender, dentro de un tiempo ya no llorarás, podrás acordarte de él con cariño pero sin lágrimas, pero hoy es un día duro.
ResponderEliminarsiento mucho su pérdida y te mando todo mi cariño y ánimos.
besos
Libe
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Una rosa para mi buen amigo Vidal con el que comparti muy buenos mometos y sobre todo el amor de una persona a la que quiero mas que a mi vida.
Melkor
Es muy dificil poder decir sin recurrir a tópicos, lo que quiero transmitirte en dos lineas.
ResponderEliminarYo también pasé por una situación similar y no tuve consuelo durante mucho tiempo. Prefería no tocar el tema, porque era mi sentimiento personal, y a veces, no todo el mundo está igual de sensibilizado como los que hemos sentido lo que de personita puede tener una mascota.
Ahora, al cabo de muchos años, la tengo presente con muchísimo cariño, sé que fué feliz, que me hizo feliz. No puedo pedir más, su recuerdo ahora me proporciona paz y alegría, de habernos disfrutado mutuamente.
Un beso,
Glasmito y Encarna
me mori. yo tengo 4 mininos que son como mis hijos. hay que pedir a dios fuerzas para continuar, otra no queda, el proveera.
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