Estas últimas semanas hemos asistido a un nuevo y deliberado ataque contra los productos hortofrutícolas españoles. La causante del destrozo ha sido esta vez la consejera de sanidad de la ciudad estado de Hamburgo (Alemania). Parece que cualquier excusa es buena para dañar las economías que viven de las hortalizas de sus principales productores y por ende rivales en el sector. ¿Hasta qué punto es lícito lanzar hipótesis como si estuvieran confirmadas, respaldadas por un intento de evitar mayor número de contagios? ¿Qué fin buscaba la sra. Cornelia Prüfer-Storcks? ¿Prevenir en salud a sus ciudadanos o mejorar su economía interna? ¿Qué hubiera hecho España, esperar que hubiera más muertes o lanzarse al vacío con hipótesis parecidas?
A la señora Merkel y a la Comisión Europea se les llena la boca de recomendaciones a España para salir de la crisis económica; mientras una mantiene en su gobierno a una imprudente temeraria, y los otros no sólo no exigen a Alemania que afronte las indemnizaciones como causante de las pérdidas producidas, sino que quiere que todos los estados miembro paguemos unas ridículas indemnizaciones a los productores europeos.
A mediados de mayo saltan las alarmas al detectarse un incremento significativo en los casos de síndrome urémico hemolítico, producido por la bacteria Escherichia coli (E.coli).
Diez días después nuestros pepinos sufren la desorientación del gobierno alemán, que los acusa directa y públicamente de ser los causantes de las primeras muertes y de las miles de infecciones que aparecen en Alemania.
Al día siguiente de las malintencionadas declaraciones de la super consejera alemana, se empiezan a cerrar las fronteras europeas a nuestras exportaciones de verduras.
Tres días después, las autoridades alemanas reconocen que andan más perdidos que el carro de Manolo Escobar y afirman que los pepinos españoles no portaban la bacteria.
Después de ese intento de lavar su imagen, los bocazas alemanes encaminan sus investigaciones hacia un restaurante en la ciudad de Lübeck, al norte de Hamburgo. Por aquellas casualidades de la vida, diecisiete de los afectados comieron allí justo antes de que saltaran las alarmas sanitarias.
No contentos con lanzar falsas alarmas y perjudicar el consumo, la producción y la venta de frutas y verduras españolas, el ministro alemán de Agricultura, yo creo que para despistar, declara que el origen de la epidemia parece proviene de una explotación de semillas de soja germinadas de Ülzen en Baja Sajonia (Alemania). Tampoco tienen la confirmación, pero ya aventuran que han dado en el blanco.
Horas después se confirma que el origen parece que tampoco está en esos productos, aunque no lo saben con total seguridad .
Con más de tres mil infectados y veinticinco muertes, el comisario de Salud de la Unión Europea, John Dalli, tiene a bien afirmar que la gestión de la crisis por parte de Alemania ha sido la correcta, que no es el momento de las críticas y que la salud está por encima de los intereses económicos, estando justificadas todas las advertencias.
Teniendo en cuenta el daño que han hecho a nuestra malograda economía, las elevadísimas pérdidas económicas que han sufrido, sufren y sufrirán nuestros agricultores, nuestros comerciantes, nuestros transportistas y todos aquellos que forman parte de la cadena de producción y venta de las frutas y verduras españolas, creo que estos ‘políticos’ deberían medir más sus palabras.
La Comisión Europea primero alerta de que los responsables son pepinos procedentes de Almería y Málaga, luego que no hay que criticar, para terminar ofreciendo unos míseros 210 millones de euros para intentar callar las bocas.
No soy experta en política internacional ni comunitaria, pero considero ineficaces e insuficientes las medidas que han tomado nuestros políticos españoles. ¿Para cuándo la denuncia al gobierno alemán? ¿Para cuando la exigencia de indemnizaciones a los alemanes por el tremendo daño que han ocasionado con sus imprudentes elucubraciones?
Podemos echar una mirada atrás y comprobar que las cepas de E.coli pueden encontrarse no sólo en las verduras, porque hayan estado en contacto con aguas fecales (por eso siempre hay que limpiar muy bien las verduras y las frutas), sino que también puede aparecer la toxina Shiga, que produce esta cepa, en los intestinos de las vacas; y si no que le pregunten a las autoridades checas por qué están analizando las importaciones de carne de vacuno y porcino procedentes de Alemania, o a las autoridades estadounidenses que retiraron hace un par de años, más de 248.000 kilogramos de productos cárnicos frescos.
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