Es cierto que 25 años en la calle
dan para mucho. Son los años menos de esperanza de vida que tiene una persona
sin hogar. A Emiliano le han intentado matar también con cuchillos, escopetas
de aire comprimido, y bromas de mal gusto no le faltan en su haber. Hay fechas
que no quiere recordar, como aquella en la que se despertó en medio de la noche
y vio un coche fúnebre y un ataúd en el cual pretendían llevárselo. Les habían
dado mal el aviso a los empleados de la funeraria. Había un muerto. Pero estaba
en la calle Quevedo, no en Reina Victoria.
También le han ocurrido otras
cosas extrañas relacionadas con su presunta muerte, como el día que le dieron
por fallecido. Un día inscribieron su nombre en el depósito judicial. Cuando la
policía, que le conocía bien, le vio, afirmaron que él estaba allí con ellos,
pero que su cuerpo estaba en el velatorio número cinco. Allí acudieron,
levantaron la tapa y era L.S. que cuatro días antes le llevó comida a sus
perros y le había comentado que se iba a morir por la cirrosis que tenía.
Emiliano es una persona que
siempre ha estado muy bien informada. Lee los periódicos a diario, pero es como
si en su vida hubiera habido una estación muerta en la que ha permanecido 25
años. Ha vivido la historia de España por la prensa, pero no en primera
persona.
En la actualidad vive en un
albergue y por el momento es feliz así. Los primeros cuatro meses dormía en el
suelo, a pesar de tener una cama. Si hay personas que extrañan su cama cuando
van de viaje, qué no pasaría por la cabeza de Emiliano cuando se vio en una
cama después de 25 años durmiendo en el suelo. Luego le pusieron una tabla bajo
el colchón y parece que se ha ido acostumbrando. Emiliano ha ido dando pequeños
pasos como el albergue, unas gafas para poder ver bien, conseguir que le
concedan la pensión que le correspondía por el tiempo trabajado. Está
consiguiendo a sus 70 años, el cuatro de octubre cumple 71, entrar en un
proceso sorprendente que si hubiera tenido la posibilidad de entrar en él hace
ya casi 30 años, cuando se quedó sin familia y sin hogar, hoy no estaría
contando su historia, sino la de otra persona.
“Yo tengo –dice Emiliano- una
chifladura personal. Soy partidario de recordar los ratos malos, no los buenos,
y así puedes decir, menos mal que han pasado. Y también estoy cabreado y
disgustado por algo. Ahora mi estado es estupendo porque estoy aquí. Estoy en
un albergue y voy a seguir así, y desde hace tres días, no voy a decir que soy
millonario, pero sí medio millonario (le han ingresado una mínima pensión
después de tanto tiempo, y trasmite una felicidad tan sencilla, tan limpia, que
es difícil no alegrarte por él). Pero no hay que perder la cabeza y no he
querido tocarlo. Procuro seguir siendo el mismo, e incluso olvidar y decir que
a los 70 años se vale todavía algo para trabajar. Con un carrito, un mono, un
casco, pero con mis años no admiten a nadie; la gente se va de vacaciones y a
mí no me importa hacer alguna suplencia. Ha cambiado tanto todo. Hace 40 años
la gente en el metro y en los viajes hablaba, a lo mejor no les habías visto en
tu vida, ni les ibas a volver a ver, pero existía esa cortesía”. Me despido de
él y de su compañero húngaro, no sin antes ponerle un poco la grabación que tan
encarecidamente me había pedido, porque quería escuchar su voz, como si lo
pidiera un niño que tiene un deseo.
La realidad de Emiliano es la
realidad de muchas personas que se encuentran sin hogar. Que duermen en la
calle o en albergues; que comen lo que les da la gente o lo que reciben en los
comedores, que viven como excluidos en una sociedad en la que no nacen como
tales, sino que se hacen. Es muy importante la detección de las personas en
riesgo de estar sin hogar e intervenir de manera preventiva y, en su defecto,
ofrecer la atención básica y la integración. La iniciativa social cumple un
papel primordial en la gestión de medidas o servicios concretos, pero es deber
de la Administración
Central asegurar la coordinación y evitar la dispersión de
medidas para que los derechos estén garantizados. Para ello lo primero que hay
que conseguir son datos y estadísticas que estén más ajustadas a la realidad,
poder arbitrar fórmulas para garantizar la dignidad y la intimidad de todas las
personas sin hogar. Con planes personalizados y acompañamiento cercano. Todo ello
acompañado del refuerzo presupuestario correspondiente, para que se cumpla la Ley de Bases de Régimen Local
de 1985, que en su articulado contempla que ‘la administración Pública tiene
que crear recursos sociales de promoción y reinserción social que ayuden a las
personas sin hogar’.
Continuará…
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