lunes, 24 de enero de 2011

CÓMO DARLE UNA PASTILLA A UN GATO


Aunque pueda parecer un tema de lo más sencillo y nimio, en su acepción contraria a su origen latino, el hecho de triunfar en esta faena es casi, casi, misión imposible.
Hace ya varios años que recibí un correo electrónico con unas instrucciones al uso, sin duda escritas por alguien que tiene un gato en su casa y con una redacción descriptiva loable y que merece unos fuertes aplausos.

Releyendo el fantástico libro de Antonio Burgos, Gatos sin fronteras, vuelvo a encontrarme con esas instrucciones. Empiezo a leerlas nuevamente, y comienzo con una sonrisa, que se torna en risa, pasa a carcajada, y termino pidiendo un pañuelo, porque tengo la cara empapada en lágrimas. Lágrimas sí, pero no de pena.

Las dejo aquí para quien quiera probar, que lo haga y luego me diga si es así como ocurre o estoy exagerando.
  1. Coger el gato en vuestros brazos como un bebé. Poner el índice y el pulgar derechos a ambos lados de su boca y con cuidado, aplicar presión en sus carrillos mientras sujetáis la pastilla en la mano izquierda. Según abra la boca, meter la pastilla rápidamente y dejar que el gato cierre la boca y se la trague.
  2. Recoger la pastilla del suelo y al gato de detrás del sofá. Repetir el proceso inicial.
  3. Coger al gato de debajo de la cama y tirar la pastilla lamida.
  4. Coger una nueva pastilla y al gato en el brazo izquierdo, sujetando las patas traseras fuertemente con la mano izquierda. Forzar a que abra sus mandíbulas y empujar la pastilla al fondo de su boca con el índice derecho. Mantenerle la boca cerrada diez segundos.
  5. Recoger la pastilla de la pecera y al gato de encima del armario. Buscar ayuda de otra persona.
  6. Arrodillarse en el suelo con el gato atrapado entre vuestras rodillas. Sujetarle las cuatro patas firmemente, ignorando sus gruñidos y bufidos. La otra persona debe sujetarle la cabeza firmemente e introducir una regla de madera en la boca del gato. Soltar la pastilla a lo largo de la regla y agarrar al gato del cuello para que trague.
  7. Coger al gato del raíl de las cortinas. Coger otra pastilla y apuntar en la lista de la compra una regla y unas cortinas. Barrer los cristales del jarrón que había en la mesa.
  8. Envolver el gato en una toalla dejando sólo su cabeza visible y echaos encima de él. La otra persona pone la pastilla en una pajita y fuerza con un lápiz la abertura en la boca del gato, mientras sopla la pajita como una cerbatana.
  9. Comprobar el prospecto para confirmar que la pastilla no es dañina para los humanos. Beber un vaso de agua para quitarse el mal sabor. Poner una tirita al ayudante en el brazo y limpiar la alfombra de sangre.
  10. Ir a buscar al gato a casa del vecino. Coger otra pastilla. Meter al gato en el armario, dejando solo la cabeza fuera sujeta con la puerta. Abrirle la boca con una cuchara y lanzar la pastilla dentro de su boca con una goma.
  11. Buscar un destornillador para arreglar las bisagras. Ponerse hielo en la mejilla y comprobar cuándo fue la última inyección antitetánica. Tirar la camiseta a la basura y coger una nueva del armario.
  12. Llamar a los bomberos para bajar al gato del árbol. Pedir disculpas al vecino, que se chocó contra la valla al esquivar al gato. Coger la última pastilla de la caja.
  13. Atarle al gato las cuatro patas a la mesa del comedor. Ponerse los guantes de trabajo. Meter la pastilla al gato en la boca dentro de un trozo de filete. Sujetarle la cabeza y echarle medio litro de agua hasta que trague.
  14. Pedir ayuda para ir a urgencias. Esperar mientras nos dan los puntos en dedos y antebrazo y nos quitan los restos de pastilla del ojo. Parar en la tienda de muebles de vuelta a casa, para comprar una mesa nueva.
  15. Llamar a la Asociación Protectora de Animales para que busque una casa nueva para el gato.
De acuerdo, reconozco que he exagerado un poco, pero poco. 
En mi casa hay un gato, se llama Sansón y pesa casi nueve kilos. Es grande, muy grande. ¿Me imaginan a mí siguiendo esas instrucciones con un gato que es más grande que muchos perros? No, ¿verdad? Yo utilizo otra técnica. Le envuelvo la pastilla en una fina y pequeña loncha de pechuga de pavo, y preparo otro trocito para sujetarlo con la otra mano. Primero mano derecha y después sin que le dé tiempo a reaccionar, mano izquierda. En su afán por comerse toda la pechuga de pavo que pueda, traga el primer trozo y luego se come el segundo, y a veces hasta mi dedo. Unas veces traga, otras escupe. Es gato, qué le vamos a hacer.

5 comentarios:

Unknown dijo...

JA,JA,JA,JA!!!! Buenísimo. Vaya bicharracos salaos estos mininos!!!!!

Anónimo dijo...

JAjajajajaja yo que soy como la loca de los gatos de los Simpson el truco de envolver la pastilla en comida da muy buenos resultados.

Unknown dijo...

Este artículo me ha recordado una ocasión en la que tuve que hacerle una cura a uno de mis gatos. Tenía una herida abierta en la parte trasera del lomo la cual debía desinfectar diariamente. LLevar a cabo esta operación era de lo más rocambolesco...Pués bién, un día haciéndole dicha cura casualmente se encontraba allí el tío de mi chica el cual no estaba muy acostumbrado al trato con felinos. Nornmalmente esta operación la realizábamos nosotros solos, pero estando presente le solicitamos su ayuda para hacerlo más sencillo....Tenía que limitarse taparle la cabeza mientras yo sujetaba al gato y mi chica le aplicaba el desinfectante. Obviamente se retorcía e intentaba zafarse al mismo tiempo que profería maullidos y gruñidos a los cuales nosotros estábamos acostumbrados, pero hubo un momento en que el animal, quizá percibiendo el miedo del tío de mi chica, empezó a maullar de una manera que nunca antes había visto, maullidos muy profundos y como salidos del infierno, era impresionante, parecía que estaba poseido por un demonio y ponía la piel de gallina. A pesar de ello tanto mi chica como yo ya habíamos visto ese comportamiento más de una vez, aunque no tan acentuado, pero lo gracioso del asunto es que de pronto, Tony, que es como se llamaba el familiar de mi chica, soltó al gato muy asustado, dió un paso atrás y dijo con cara de pánico:" Yo creo que es mejor matarlo para que no sufra". Os juro que lo decía convencido, Nos estuvimos riendo de esto durante mucho tiempo, creo que a partir de ese día Tony no volvió a acercarse a un gato. Por cierto, el gato acabó curándose a la perfección y tuvo una larga y feliz vida hasta que murió de anciano con unos 18 años. Otro día os contaré las dificultades que implica meter a un gato de unos 7 kilos en una caja de cartón!

La Cornucopia dijo...

Me lo puedo imaginar. Menudo susto se llevaría.

Anónimo dijo...

De verdad que casi casi he vivido lo que cuenta la narración... Es toda una Odisea darle las pastillas a mi gato... Ni envuelta en comida!!! He probado de todo, de todo!!! Ufff... Estaba muy estresada buscando información de otra técnica para poder dar la pastilla y me he encontrado este post y de verdad que me hizo reir mucho... Sólo faltaba agregarle mi nombre y el de mi gato!!! Muchos saludos y bediciones a todos...