Hoy he decidido hablar de un tema que, me permito el lujo de decir, me saca un poco de quicio. Un tema del que cuando escucho o leo los errores que cometen algunos de los llamados ‘profesionales del mundo del periodismo’, se me cae el alma a los pies.
Unos me llamarán purista, otros me llamarán loca, otros me dirán que no me entero y los más, muchos hay, me dirán que no sé de lo que estoy hablando, que soy una facha, una retrógrada y no sé cuántas lindezas más. Pues voy a hablar y con conocimiento de causa, para eso me costearon mis padres una carrera universitaria.
A los periodistas, desde hace muchos años, nos han denominado el Cuarto Poder, por la influencia que podemos ejercer con la información que ofrecemos, cómo la damos y la cantidad. Ese poder, que puede llegar a derrocar gobiernos, nos obliga a ser cautelosos y prudentes no sólo con los contenidos, sino también con las formas. En cuanto a formas me refiero al correcto o incorrecto uso del lenguaje. En ocasiones empleamos palabras que hacen chirriar los tímpanos de los académicos y es ahí donde deberíamos empezar a llamar las cosas por su nombre. Algunos de estos ‘profesionales’ se permiten el lujo de jugar con las normas idiomáticas, sin medir las consecuencias, sin ser conscientes de que en gran parte nosotros educamos en el lenguaje.

Muy señores míos, si ustedes estuvieran escribiendo el Boletín Oficial de España, o de la provincia en cuestión, no les podría corregir, porque así está admitido legalmente, publicado en boletín oficial. Pero como bien dice la Real Academia de la Lengua Española: “(…) Salvo en textos oficiales, donde es preceptivo usar el topónimo (…) como único nombre oficial aprobado por las Cortes españolas, en textos escritos en castellano debe emplearse el topónimo castellano”. Señores en castellano. Si hablamos en castellano hablamos en castellano. Si hablamos en otra lengua, pues hablamos en otra lengua. ¿Entienden? Los medios de comunicación, hasta la fecha que yo sepa, no son organismos oficiales, podrán tener titularidad pública o privada, pero de ahí a ser organismos oficiales…creo que todavía les falta un poco de tiempo.
Si escucháramos a alguien decir: ‘Las vacaciones pasadas estuve con mi familia en London, luego fuimos a New York, Napoli, Venezia, Firenze y terminamos en Belgique, donde visitamos Bruxelles y Bruges”. Pensaríamos que es un esnob, un cateto o un estúpido por intentar enfatizar las ciudades que ha visitado. Lo correcto, si estamos hablando en castellano, es que utilicemos los topónimos en castellano, que para eso los tenemos: ‘(…) Londres, luego fuimos a Nueva York, Nápoles, Venecia, Florencia y terminamos en Bélgica, donde visitamos Bruselas y Brujas’. Complicado ¿no?
Pues lo mismo que es sinónimo de esnobismo, estupidez o incultura, ¿por qué caemos en el mismo error una y otra vez? Si hablamos en castellano, señores, en castellano, Orense es Orense, La Coruña es La Coruña, Lérida es Lérida, Gerona es Gerona, las Islas Baleares son las Islas Baleares y así un largo etcétera, no sólo de topónimos sino de todo tipo de sustantivos. Cuando hablemos en lengua gallega, catalana o vasca, usemos los que correspondan; en su correcto uso reside la riqueza lingüística de nuestro país.